La apicultura es uno de las
primeras ocupaciones y quehaceres del hombre en la historia de la humanidad. Y
hoy en día, es uno de los oficios que está en peligro de extinción debido a la
catástrofe medio ambiental en la que estamos inmersos, y donde parece que no
existen visos de cambio. Es tan alta la cantidad de venenos vertidos al suelo
en las prácticas agrícolas, y la existencia
de altos índices de contaminación que las colmenas están quedándose sin
población. Una muerte en las abejas que nos muestra que todos los seres vivos estamos iguales de afectos que ellas,
puesto que nos alimentamos de los mismos nutrientes tóxicos.
El sector agrícola de nuestra
zona, minifundista, del bancal escalonado ha sido eliminado debido por las
practicas capitalistas y agrícolas, principalmente la política agraria Europea (PAC) . Tiempo atrás, los bancales de
olivos eran visitados por las abejas y las ovejas, hoy en día ya no es así. Por
que unos están repletos de matorral y bajo bosque por la renuncia de su
cultivo; y los otros bancales,los que se cultivan, el campesino utiliza
asiduamente el glifosato para la
eliminación del brote verde, que es el químico mas toxico y el asesino de la
abeja y de la oveja.
La pulverización mayormente por
glifosato esta determinada por varios motivos, unos cercanos al propio del
ciudadano narcisista; y otros forzados por las circunstancias estructurales y
económicas.
Así pues, hasta ahora, el
agricultor para quitar la leña y las malas hierbas siempre lo ha realizado con
su quema en una orilla del campo pero este método, ya no es válido. La fácil
propagación del fuego al tener de bancal lindante una gran masa de matojo seco,
a la espera del fuego imposibilita tal acto, de la quema. Que de producirse el
incendio, los medios de comunicación y los representantes de la política rápidamente buscan culpabilizar a un
desdichado, suele ser un agricultor que estaba realizando las labores de
quemado de leña. ¡Pobre ignorante! Gritan todos al unísono. Esta es una
idea que ya ha calado y profundizado en la opinión ciudadana. Es una masa de
ciudadanos que no ve el origen del incendio en las políticas aplicadas en el
agro y que sigue los dictados de la ideología dominante.
Ante la temeridad del fuego,
tampoco el campesino ve viable la utilización de la desbrozadota y el tractor
por su coste económico y el tiempo que precisan para su trabajo. Al final
terminan por la opción del glifosato, que es el elemento más barato, más eficaz
pero lamentablemente el más trágico.
También en nuestros pueblos, en
sus parques y sus calles el insecticida es igualmente rociado para la plaga de
mosquito. Es el químico utilizado por las instituciones gobernantes, las
adjetivadas de la sostenibilidad y del ecologismo, y del veneno-verde que
termina matando nuestras abejas. Lo llamativo del asunto es que los ciudadanos
ven correcta dicha acción sin ver el daño que le ocasiona a su salud. Incluso,
las instituciones tratan de desviar el problema del toxico al lanzar mensajes
publicitarios o trípticos para indicar al ciudadano como debe de actuar ante
las plagas de insectos. De nuevo culpan al inexperto, en este caso es el
ciudadano insensible.
Para comprender por qué el
ciudadano ve con agrado la utilización del uso de tóxicos en el ambiente nos
remitimos al debate que se realizó en el Ateneo sobre el libro “ crédito a
muerte ”. En uno de los apartados se consideró sobre la regresión antropológica
en la que se encuentra la persona que habita el sistema capitalista actual. Es
un individuo consumista y narcisista. Es un sujeto se diseña imagen atractiva
llena de fanfarria y máximo placer. Y en el tema que nos ocupa, cualquier mota
o insecto que le moleste en su pulcra vivienda debe de ser eliminado, y así
evitar su deshonor.
Ante la alineación del hombre
narcisista en la sociedad, la Diputación saca su tajada al lanzar año tras año,
las "ayudas económicas para la plaga de mosquito. Con ello adquiere una
buena imagen política y al mismo tiempo, el lucro económico mediante el
trasvase de dinero vía impuestos hacia la empresa fabricante del toxico.
El apicultor es un oficio que
precisa de gran esfuerzo y de una legislación muy estricta debido a la varias
dosis química que debe de realizar al colmenar por las enfermedades que atacan
a la abeja. Y continuar con la utilización de veneno en la piquera aun hace más
gravoso continuar con el oficio. Donde sucesos, como al entrar a su colmenar no
ver abejas revoloteando y ver el suelo cubierto de un manto negro que son
abejas muertas, esta siendo habitual. Debe de replantear el uso de veneno al
campo y debe de borrarse toda empresa y institución que la respalde los
fabricantes del veneno asesino.
La muerte de la abeja, al chupar
el néctar envenenado de la flor, nos muestra que otra parte de ese veneno queda
en el fruto que llega a nuestra mesa. Esta parte de pócima también esta en el
aceite de oliva de la Sierra Espadán y la Sierra Calderona.
Nota: Al citar ciudadano hacemos advertir que es la
persona cercana al voto electoral y acérrimo a la institución ayuntamiento o
cualquier administración respaldada por el poder del partido político. No
confundir, con el concepto de la persona.
Alfonso Soler colavorador El Eco del Palancia
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