jueves, 14 de febrero de 2019

El abondono de la naranja



El sistema capitalista en su fase de esquilmación de la tierra y de sus productos en Europa, precisa buscar nuevos lugares de expansión, y rebuscar un nuevo valor a los productos existentes ya carentes de él. Ahora que nos encontramos en el momento álgido de la técnica digitalizada, de la robotización y de la tecnologización logística, el sistema capitalista tiene las herramientas precisas para acortar la distancia geográfica y los tiempos de entrega del producto a límites insospechables. Por este motivo emplaza sus satélites empresariales a lugares aún por explorar del globo terráqueo. Y aquí, en nuestra zona crea una etiqueta con “denominación de origen “(DO) al rebuscado producto para que continúe con su valor de acumulación. Tal es el caso de la naranja, por un lado, la gran empresa abastece naranja durante todo el año al mercado europeo desde la lejanía; y por otro lado en la cercanía, a la naranja local le asocia una etiqueta de IGP “Cítricos Valencianos” [1] para sacarle de nuevo valor económico.  

Estas prácticas de acumulación de valor que se están llevando a cabo el capital y la gran empresa en el comercio del cítrico tienen consecuencias desastrosas en la zona de Levante, las cuales quedan retratadas sobre la imagen que muestran de los huertos de naranjos, los cuales aún sostienen el fruto en sus ramas “sin recoger” y un manto de naranjas sobre el suelo está pudriéndose. Es lo que podríamos llamar el principio de la eliminación de la agricultura minifundista citrícola en la vertiente mediterránea, y de la mayor parte del sector “de la naranja”, desde el punto de vista económico, el ecológico lo dejaremos a un lado.

En cuanto a la fruta de la naranja. Esta tiene la particularidad de poseer unos tiempos muy largos de maduración y permite un periodo de almacenaje mayor que otras frutas, como es el caso de la fresa que madura con más rapidez, por lo tanto, el tiempo de entrega de la naranja es mayor que el resto de las frutas. Esta dilatación en el “tiempo de entrega” y con la ayuda de la logística robotizada y el trasporte digitalizado a la gran empresa le permite instalar sucursales a unas distancias hasta ahora imposibles. Este es uno de los motivos, por los que la empresa procesadora de cítrico tiene ubicada una de sus sucursales en zonas muy lejanas del mercado europeo, es lugares como: Sudáfrica, Egipto y Turquía, zonas de alta producción de cítrico.

Al aumentar la distancia y el radio de acción del lugar del mercado, a la gran empresa le permite buscar zonas donde instalarse que no exista regulación laboral y el salario es muy reducido con ello acumular un porcentaje mayor de capital. Tal es el caso que la gran empresa está en países de África y Asia donde el poder empresarial campa a sus anchas. También los acompañan, los acuerdos internacionales favorables a la gran empresa manufacturera del cítrico; y en el plano laboral, la recolección y producción de la naranja tiene un coste muy reducido por el bajo salario que se paga al personal, con el mensaje engañoso de crear puestos de trabajo, cuando lo que hacen es precarizar el trabajo y la vida de las personas que habitan estos países.

Esta gran industria está formada por conglomerados empresariales de poderes fináncielos, agencias de seguros y corredores de bolsa que en su mayoría no pertenecen al sector agrícola, y su único fin es trasformar la naranja en mercancía, en valor de capital. Son corporaciones que no venden fruta, ni si quiera conocen su sabor, solo cambian dinero por más dinero. Además, este entramado de la gran industria está apoyado por los gobiernos de turno en los países donde manosean sus zarpas, ya que mediante ayudas o subvenciones al sector correspondiente le dotan de un monto monetario que les permite continuar la actividad de la acumulación de capital a estos conglomerados.

Acercándonos a nuestras tierras y frente a semejante ruina del sector “de la naranja”, las asociaciones agrarias convocan a los agricultores a protestar en la calle para mostrar su disgusto y sus pérdidas, tanto económicas como agrícolas, frente a los poderes políticos locales, nacionales y europeístas, clamándoles una reforma de las políticas llevadas a cabo tanto en el ámbito nacional como el internacional [1]. Al final, solo es una muestra del musculo de las susodichas instituciones o asociaciones de agricultores y ganaderos, frente a los gobiernos de turno, ya que no van a realizar ninguna reforma, a no ser que la dicte la gran empresa. Así es que estos días pasados pudimos leer en la prensa el aporte de ayudas económicas a estas asociaciones por parte de los gobiernos locales [2] para que clamen las manifestaciones y no sacar a la luz la realidad de las maniobras de la agroindustria importadora.

Los grandes almacenes valencianos que tiene una alta producción de naranja, visto el problema que se avecina, ya que ellos son parte de los importadores, han encontrado una repuesta perfecta, creando la naranja valencia con denominación de origen [1] a la que han llamado IGP Cítricos Valencianos. Una marca IGP que será publicitada por todo el entramado político y económico de la zona hacia los países de Europa, puesto que requiere una campaña promocional hacia el consumidor de un cierto valor adquisitivo y calidad. Es otra forma de acumulación de capital sobre la naranja que está en su fase más baja de porcentaje de valor. El fruto etiquetado lleva asociado un valor extra que busca un cliente de un mayor valor adquisitivo, en los mercados del norte de Europa. Al final es la naranja que siempre se ha cultivado y comercializado en esta zona levantina pero ahora ha pedido su valor capital y recuperara de nuevo dicho valor.

Algunas personas agricultoras que no forman, ni participan del emporio empresarial pero subsisten con huertos minifundista han visto que el problema persistirá e incluso se agravara, han tomado la iniciativa de cambiar el cultivo por otro tipo de árbol como el aguacate, almendro, el pistacho o el kiwi. Aunque la respuesta a esta catástrofe seria eliminar las practicas capitalistas, algo difícil de llevar a cabo. Un primer paso sería reducir las dimensiones del cultivo de cítrico, y de regadío. Evitar la utilización de técnicas bioquímicas; producir más variedades de cultivo que nutran a una parte habitacional de la misma zona, lo que es la producción local. Y laborar un cultivo tradicional con prácticas que respetan el medio ambiente y la biodiversidad de la zona mediterránea. Con ello dotaríamos de vida y de color a la naturaleza, y volveríamos a esperar las mandarinas al comenzar el invierno y el olor a azahar. También en los pueblos y barrios volvería a cobrar vida los mercados de frutas y verduras, ahora en fase de descomposición, así fomentar el auge de grupos y cooperativas de consumo local, el comercio llevada a cabo hasta que nos explosionó el capitalismo.





Alfonso Soler, Colaborador de El Eco del Palancia
 [2] La Diputación apoyará al sector de la citricultura con 190.000 euros en 2019 para mejorar su competitividad, de la mano de Asociex, Fepac-Asaja y La Unió de Llauradors. «Hay que tener en cuenta que la campaña citrícola genera miles de puestos de trabajo, tanto en el campo como en los almacenes y comercializadoras»  https://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/castellon/2019/01/21/5c45bf45fc6c831d078b465c.html
[3] Estas instituciones clamaban un cambio de políticas a los representantes de la Comisión de Agricultura sobre la cláusula de salvaguardia, es decir cambiar los protocolos de aranceles con Sudáfrica, Turquía y Egipto.  También un control sobre Sudáfrica que utiliza productos fitosanitarios prohibidos en la Unión Europea. Resulta chocante tales peticiones desde las instituciones valencianas, cuando el campo levantino tiene alta toxicidad debido al uso y abuso del toxico. Aunque no mencionan en ningún momento el bloqueo económico a Rusia que obligo al mercado a buscar otros mercados de venta.